Editorial del programa Razón de Estado número 149
Cuando se pierde el equilibrio entre el Estado y la sociedad se ponen en peligro la libertad y la justicia. Así nacen las dictaduras.
Por eso, la política debe ser el punto de encuentro de la sociedad; el escenario donde se logran la convivencia, el diálogo y el consenso.
Ese es el escenario en el que los ciudadanos toman conciencia y se comprometen unos con otros a cumplir con las leyes, a respetar su constitución y hacer vivos los valores que construyen naciones exitosas.
Cuando estas dinámicas están ausentes, la política deja de ser la interlocutora entre el pueblo y los gobiernos; y es ahí cuando las democracias fallan, cuando la república fracasa. Es ahí cuando los pueblos dejan de creer en ellas y ponen en riesgo su libertad.
América Latina, con sus deudas pendientes, su subdesarrollo político y una pandemia, tiene en peligro claro y presente sus democracias republicanas. Defectuosas e insuficientes, pero ante las crisis y la decepción, el camino es limpiar y perfeccionar no disolver y refundar. Estos caminos, como el camino al infierno, están empedrados de buenas intenciones. Ahí está la dictadura en Venezuela, su populismo destructor y sus crímenes en contra de la libertad.
Esos que se llaman el Grupo de Puebla son los portadores de la mentira populista. Llegan al poder engañando a los votantes, secuestran las democracias y cancelan su futuro.
Lo que sucede en Perú, Colombia y Chile solo se puede explicar con las evidencias comprobadas de intromisión de ese grupo, a través de la dictadura chavista con la complicidad de sus hermanas mayores, la rusa y la china.
Hasta días antes de la severa crisis humana y política que vive el mundo, se podía afirmar que nunca en la historia de la humanidad, como en nuestra generación, se había creado tanta riqueza, nunca se había alcanzado tanto crecimiento en las clases medias del planeta ni se había mejorado de forma tan extraordinaria el bienestar de la raza humana; incluyendo la expectativa de vida.
La pandemia y la pérdida de respeto por la política de Estado republicano y por la norma democrática tiene al mundo de cabeza; pero en especial, tiene a América Latina en una encrucijada de la que no está claro todavía cómo saldrá.
Es cierto que en los últimos años llegó al mundo un cambio de ciclo y de era que no estamos comprendiendo y menos encajando.
La economía global no está generando suficientes oportunidades. Las expectativas están muy por encima de la realidad; y por primera vez en la historia de la humanidad se proyecta que la siguiente generación tendrá menos ingresos y vivirá menos que la anterior.
Por eso, es aún más importante defender la libertad, la democracia y la división de poderes que solo ofrece la república. Y además de luchar por la sobrevivencia de esta trilogía del bienestar, nos caería bien vernos hacia dentro y cuestionarnos si la primera tarea que debemos hacer es reconstruir la integridad del ser humano y rescatar los valores que le hacen ser el digno fundamento de la especie humana.