Este año, América Central vivirá importantes recambios de gobiernos. Más allá de esta instancia democrática, de aquí en adelante lo que necesitamos es un nuevo diseño de región.
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l año 2014 tendrá especial relevancia ara Centroamérica. Después de tres procesos electorales, tendremos cambios en los gobiernos de tres países, y de los otros tres gobiernos de la región, uno está para quedarse hasta que el pueblo lo aguante, y los otros dos no prometen demasiado. En general, en toda la región se tomarán decisiones y se harán cambios en la institucionalidad política, en la economía y en lo social que van más allá de la coyuntura de corto plazo, pero esto no cambiará la peligrosa realidad en que vive la América Central. Esto es mala noticia, pues para una región considerada de las más violentas del planeta, en la que sus economías no crecen lo que debieran, excepto Panamá, y sus sistemas políticos no están logrando la transformación social y económica que los países necesitan, debería ser tarea prioritaria revisar el diagnóstico y las proyecciones, y empezar a tomar las grandes decisiones que siguen pendientes.
En Panamá están sucediendo cosas importantes. Los altos niveles de inversión local y extranjera y su crecimiento solo necesitan como complemento indispensable un desarrollo político importante y la consolidación del sistema democrático y sus instituciones para hacer de
Panamá el siguiente Chile de América Latina.
Costa Rica ha venido sufriendo un deterioro importante. Su política interna y su vecindario le han atrapado en un complejo laberinto del cual debe buscar salida.
Para el resto de la región (Nicaragua y los tres países del Triángulo Norte) es oportuno preguntar: ¿qué hemos hecho diferente en los últimos años para que los resultados que se tendrán este y los próximos años sean distintos a los obtenidos en las últimas tres décadas, desde la apertura democrática? Usted, mejor que
nadie puede responder. Los resultados, más que conocerlos, los sentimos todos los días.
Centroamérica tiene problemas complejos que necesitan soluciones complejas. Pero en especial, requiere de la participación decidida de quienes quieren cambiar, transformar y construir una región con mayúscula, próspera, moderna y suficiente para todos.
La participación y el compromiso necesarios para rectificar el rumbo y mejorar los resultados son insuficientes todavía. La ventaja es que un diagnóstico como este se corrige desde la misma conciencia de una región que quiera alcanzar bienestar.
Las sociedades modernas desesperadamente necesitan un concepto del bien común alrededor del cual se puedan unificar los esfuerzos de sus integrantes.
Las políticas públicas deben ser el resultado de un consenso y de un esfuerzo intelectual y práctico. Estas políticas, instaladas al servicio de cada país de forma consistente y permanente, pueden llevar a la meta que todos anhelamos. La clave está en el ejercicio decidido de una ciudadanía comprometida con su país y con su región.
Necesitamos una revolución en la academia, en la que cada ciencia social busque encontrar las causas del desarrollo integral de la persona, las convierta en acción y las ponga al servicio del futuro. Necesitamos una revolución en la política, en la que todos se involucren, la rescaten, la revaloricen y la pongan al servicio del ciudadano. Necesitamos construir el diseño de la América Central que queremos. Para ello, debemos ser exigentes con nosotros mismos y con los gobernantes de turno, y ser, más que habitantes, “ciudadanos”, para desarrollar la región que sigue pendiente.
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