Editorial del programa Razón de Estado número 324.
¿Se ha preguntado usted cuáles son las condiciones que permiten y facilitan que una nación sea exitosa?
¿Ha investigado las causas por las que hay países que fracasan, o por qué hay países ricos llenos de gente pobre?
¿Qué relación existe entre un país disfuncional y quebrado con los gobernantes que sus pueblos eligen y el grado de compromiso de sus élites?
¿Es suficiente tener libertad para elegir gobernantes cuando los candidatos que se presentan a las elecciones son una colección de mamarrachos inútiles, por lo general populistas, autoritarios y corruptos, cuando no narcos y matones?
¿Hay relación entre el grado de compromiso, presencia y exigencia ciudadana con la calidad de gobernantes que tenemos?
Las respuestas a estas preguntas son más fáciles de lo que usted cree, lo difícil es convertir las respuestas en hechos, obras y resultados positivos para la gente.
Los países fracasan cuando están mal gobernados, cuando sus élites están distraídas y en sus burbujas, y cuando los ciudadanos dejaron de ser ciudadanos.
Los países fracasan cuando no hay libertad económica, cuando no se respeta la propiedad y la certeza jurídica es inexistente. Fracasan cuando gastan más de lo que ingresan, se endeudan y viven del déficit y la inflación, hasta que quiebran; y la soberbia y la corrupción toman control del Estado.
Las dictaduras son el ejemplo extremo, pero también países como la Argentina de 50 años con peronismo dan cuenta de ello; como Colombia, México y Bolivia, que están en peligro pues eligieron gobernantes populistas y autoritarios que no creen en la libertad.
Haber visto a la Argentina, considerada una de las naciones más ricas del planeta, hundida en la quiebra moral y política, con más de la mitad de su gente forzada a la pobreza y su economía destrozada, además de tristeza y vergüenza, debió ser motivo de rabia y protesta, antes de que cayera hasta donde cayó. Pero nunca es tarde cuando se debe rescatar, restituir y ordenar. En ello está la Argentina de Milei. Y, por el bien de América Latina, su proyecto debe ser exitoso.
Volver a la racionalidad económica en el más irracional de los continentes no es tarea fácil, pero si América Latina quiere encontrar la senda del desarrollo y la prosperidad, debe aprender a creer en la libertad, en el mercado, en el orden fiscal, en el trabajo, en la propiedad, en la división de poderes; debe aprender a creer en el poder del ciudadano en libertad.