Editorial del programa Razón de Estado número 221
Nuestro planeta es parte de un Sistema al que le dicen Solar, que, a su vez, forma parte de una galaxia a la que bautizaron con el nombre de Vía Láctea porque presenta unas manchas blancas; vaya usted a saber. Pues este planeta, al que llamamos Tierra, aunque el 70% está cubierto de agua, nos está dando una serie de avisos y sustos a los que debemos poner atención; y unas palizas de pronóstico reservado.
Es posible que nuestro planeta esté reaccionando así, en parte, por los maltratos que le damos. A lo mejor es un tema de ciclos, y tocará pasar por ahí. Algunos dicen que estamos iniciando un cambio de era, como otros que ya pasó la tierra hace millones de años.
De repente, es un poco de cada una de las opciones anteriores y otras más.
Independientemente de las razones, aunque importan, y más las causas, la realidad es que nuestro planeta, nuestra casa en el Universo, el lugar donde vivimos, está dando señales de protesta, cambio y agotamiento.
Las temperaturas en algunas geografías empiezan a ser peligrosas para la vida humana. Países enteros empiezan a quedar bajo de agua. Ríos importantes se secan en unas geografías y se desbordan en otras.
Los glaciares se derriten. La fuerza de los huracanes aumenta. Millones de hectáreas de bosques se queman en incendios. Gran cantidad de cosechas se arruinan por falta o por exceso de agua.
Tampoco ayudan el manejo de la basura, la forma en que contaminamos mares, lagos y ríos, el poco respeto que tenemos por nuestros bosques y la forma en que consumimos o desperdiciamos hasta liquidar o agotar los recursos.
Se extinguieron más de doscientas especies en el último Siglo, y según los científicos, en los próximos años podrían desaparecer el oso polar, el oso panda, el elefante, la ballena, el chimpancé, y otros; cuando en todo caso, los que debieran desaparecer son quienes roban esperanza, futuro y libertad a la gente.
Estos son datos y realidades, no ataques de mal agüero o pesimismo.
Uno de los absurdos de los tiempos que vivimos es que, en medio de los impactos y dolores que nos están dando el clima y la naturaleza, resulta que la discusión es ideológica y los alegatos responden a agendas políticas.
Es cierto que hay intereses económicos, y grandes. También es cierto que la ecuación económica necesita equilibrio; y es aquí donde gobiernos de estadistas y técnicos deben conciliar los intereses políticos, que son de corto plazo, el desarrollo económico que, solo puede ser de largo alcance por su diseño y por el costo de ejecución, y el bienestar inteligente y estratégico de largo plazo de los pueblos.
Lo que debemos definir con claridad es si el planeta está fuera de control y en peligro por su clima y reconocer con honestidad y determinación que sin planeta habitable no hay economía que valga.
Uno se pregunta con frecuencia, cómo es posible que, siendo el ser humano, una criatura tan maravillosa e inteligente, haya tantos que hacen tantas tonterías, destruyen con tanta facilidad, corrompen con tanto descaro y dicen tanta estupidez.
Al final, si nuestro planeta está dispuesto a darnos posada un tiempo más, dependerá de su generosidad, de la suerte, y de la capacidad que tengamos para contener lo que parece inevitable.
Si en un futuro próximo, y porque no nos queda otra, del Sistema Solar debemos navegar al resto de la Vía Láctea y encontramos otro planeta que sea habitable y con recursos suficientes, podríamos intentar emigrar en naves espaciales, como lo hacen hoy, a pie, hombres, mujeres y niños hacia el mundo libre y desarrollado. Lo que habrá que preguntar es si a la especie humana nos aceptan en ese otro lugar de la Galaxia.