Política y Economía, dos caras de una misma moneda
Si te preguntaran lo que más quieres y necesitas en la vida, las palabras que vendrían a tu mente son: salud, bienestar, seguridad y garantías mínimas.
Asumiendo que tienes razonablemente resueltos los temas del espíritu y las emociones, la salud y el bienestar te los da la economía; la seguridad y las garantías mínimas te las debe dar la política.
Tener ingresos suficientes para vivir y buen gobierno son las dos dimensiones que identifican a las naciones modernas y desarrolladas.
Hoy vivimos diversas crisis sociales – humanas, personales – en gran medida por razones económicas debido a malas decisiones políticas.
Hoy vivimos en un mundo en el que la economía global se hizo insuficiente, hay escasez de oportunidades y las expectativas tropiezan con la realidad. Esto provoca frustración y resentimiento.
Comprender el proceso económico y exigir responsabilidad política se hacen imprescindibles para entender y enfrentar los tiempos que vivimos. Tiempos de enfermedad, inflación, recesión, desempleo, inseguridad alimentaria, incertidumbre.
A estos dramas se suma que las sociedades no estamos siendo capaces de digerir la era exponencial en la tecnología. Las prioridades del diario vivir no nos dejan tiempo ni espacio para aprender a interactuar con la hiperinformación y la mentira, con la biotecnología, la inteligencia artificial y otras maravillas.
Sin duda alguna, la tecnología ofrece oportunidades y soluciones indiscutibles, pero, también trajo peligros y amenazas.
El posible mal uso de la tecnológica no tiene precedentes en un mundo donde la conflictividad geopolítica, la decadencia cívica y la inestabilidad social tampoco los tienen.
Vivimos tiempos extraordinarios que demandan virtudes extraordinarias. Pareciera mentira, pero la humildad, el conocimiento, el respeto, la honradez, el compromiso, la responsabilidad, no debieran ser virtudes extraordinarias, pero, en el mundo de hoy, lo son. Lo deben ser.
Estas virtudes serán indispensables para aplacar las amenazas que hemos permitido y resolver los conflictos que hemos provocado.
Por el momento, lo responsable es preguntarnos si podremos manejar el mundo que construimos.
Al menos yo, no lo sé, pero, como dicen, cuando se tienen muchos problemas, hay que resolverlos de uno en uno y poco a poco. Sin prisa, pero sin pausa.
La crisis multisistémica que vive el mundo afecta a cada persona, familia, sociedad y gobierno.
La racionalidad económica se debe aplicar a los 4 por igual. No se deben endeudar por arriba de sus posibilidades y no se puede gastar más de lo que ingresa.
Cuando no hay suficiente inversión hay pocas oportunidades y cuando los gobiernos abusan de la deuda pública y del déficit fiscal se pagan las consecuencias.
Parece mentira que los valores que construyeron y desarrollaron el mundo libre occidental se desprecien como a un relato antiguo. El problema es que se pretenden sustituir con el populismo, la incompetencia, el autoritarismo y la corrupción; cuando lo que habría que hacer es fortalecerlos.
Por eso la gente vota con los pies y emigra a Estados Unidos y Europa. O lo hacían a Chile y Colombia, antes de Boric y Petro. Nunca se escucha de pueblos que emigren a Cuba, Venezuela, Rusia o China, o a países gobernados por el narcotráfico y la corrupción.
Pretender, soñar con un futuro de salud, bienestar, seguridad y garantías mínimas, más que importante, es cuestión de sobrevivencia espiritual; por eso, lo primero que debemos hacer es volver a los valores y a las virtudes que construyeron esa parte del mundo a la que llamamos libre y desarrollada.
Harán falta compromiso y honestidad intelectual para reconocer que América Latina debe pagar el precio y sufrir los dolores que permiten alcanzar el desarrollo.
Ese camino solo pasa por la democracia institucional, la división de poderes, el respeto a la ley y la libertad.
¿Alguien conoce uno distinto?