Editorial del programa Razón de Estado número 178
En los últimos 50 años, América Latina vio nacer 19 Constituciones que dieron vida a 16 democracias. Cuba, Nicaragua y Venezuela siguen pendientes. Hoy peligra el Perú y en mayo podría sumarse Colombia si su pueblo elige mal. Otras naciones del continente también corren peligro.
Con el paso de los años, el ciudadano latinoamericano ha descubierto que tener elecciones libres no es suficiente pues sigue igual de pobre, pero con más desorden, y escucha que vive en democracia, pero ésta, no le da seguridad, trabajo ni comida.
Este es un sentimiento común en la mayor parte de la América Latina; una región que por momentos ha tenido políticos más o menos democráticos, pero están muy lejos de ser hombres de Estado.
Hemos tenido épocas de crecimiento y entusiasmo, pero no logramos ritmo y continuidad. No tenemos un modelo de desarrollo.
El Siglo XXI está presentando obstáculos y desafíos formidables. La democracia necesita presencia y compromiso ciudadano. La democracia necesita de mucho trabajo y dedicación. No es perfecta, pero es el menos malo de los sistemas conocidos.
Los defectos de la democracia, a los que se suma la forma en que los políticos la adulteran, la falsean y la desfiguran, convirtieron a los jóvenes, que son la mayoría, en los grandes ausentes de la política. Su desencanto con la democracia es una peligrosa amenaza que abre espacio a propuestas populistas y autoritarias.
Con los tiempos recios que vive el mundo, con la devastación económica que están dejando las letras del alfabeto griego en América Latina y con la pobre gestión que hacen los políticos de las democracias y sus instituciones, a los ciudadanos, solo nos va quedando reinventarnos y rescatar los valores perdidos en nuestras sociedades, iniciar una revolución educativa, redimir la ética del trabajo, formar una tecnocracia honesta y capaz, hablar en serio de integrar comunidades económicas regionales y fortalecer los valores liberales y republicanos.
Así es; para que la democracia funcione, debe ser liberal, debe respetar la división de poderes para llamarse república y debe observar un riguroso respeto al Estado de Derecho.
Este es el camino a la redención de la América Latina. Su verdadero problema es político y la solución depende del ciudadano presente y activo. La solución depende de que los ciudadanos rescaten la política.
La solución está en comprender que la pobreza se combate creando empleo y riqueza, y que ello solo es posible si hay una política que incentive las inversiones y la apertura de nuevas empresas, generando igualdad de oportunidades sin la cual la democracia es letra muerta.
¿Alguna vez se han preguntado ustedes, por qué el mundo árabe y la mayoría de los africanos quieren emigrar a la Europa Occidental y gran parte de la América Latina a Estados Unidos?
La respuesta es que esas naciones se gobiernan con los valores del Liberalismo en la política, en la economía y en la vida social. Y la justicia es digna de su nombre.
Ese sistema, esa forma de vida se llama Liberalismo. Es un programa político que define el orden social, promueve el crecimiento económico; y donde ha gobernado, las sociedades alcanzaron los más altos niveles de bienestar.
Estos son los valores que permitieron el surgimiento del mundo moderno y los que han dado al occidente libre, desde hace más de dos siglos, éxito, desarrollo y bienestar.