Editorial del programa Razón de Estado número 132
Las persecuciones, las guerras, las pestes, la gran depresión y otros capítulos estelares de los últimos dos milenios marcaron los momentos que definieron lo que hoy somos como especie. Una especie que no ha sido perfecta, y nunca lo será. Pero cada Siglo y cada generación enfrentó su hecatombe y la superó. Y siempre, floreció una civilización más humana, más inteligente, más próspera y civilizada.
Esto es evidente en el mundo occidental desarrollado, donde se liberaron de la epidemia más destructiva que sufre la especie humana: el subdesarrollo político. La plaga, que todo lo que toca lo paraliza y lo destruye por intereses personales.
El Covid 19 hizo evidentes nuestras debilidades, empobreció más a quienes ya lo pasaban mal y dio un severo golpe a las clases medias.
Y mientras tanto, en Guatemala seguimos divididos en sectores, grupos, movimientos, foros, alianzas, cámaras, clubs, asociaciones y burbujas. Cada uno con sus dogmas, discursos y prejuicios que, además, con fatal arrogancia, hacemos inamovibles.
Esto promueve y facilita la existencia de grupos políticos corruptos, salvajes y primitivos en nuestra sociedad; por eso, es impostergable que cada ciudadano que quiera un mejor país del que tiene, exija, demande la reforma política del Estado; en especial, las reformas a la Ley Electoral y al Sistema de Justicia.
De esto depende la recuperación, la estabilidad, la convivencia, el futuro y la sobrevivencia misma del Estado de Guatemala.
Esta es la oportunidad que tiene la nueva Corte Constitucional. Guatemala necesita estabilidad para trabajar en su agenda de Estado y en su modelo de desarrollo.
No hay fórmulas o recetas, pero sí hay métodos. Y para Guatemala llegó la hora de encontrarlo y ponerlo a trabajar.
El subdesarrollo político es un fenómeno peligroso que amenaza nuestras libertades, enfrenta al ciudadano con la democracia, promueve la política sin principios, la riqueza sin trabajo y los negocios sin moral.
Por eso, es urgente devolver brillo y liderazgo a la política para garantizar un Sistema de Justicia independiente y honorable.
La vida civilizada se funda en el derecho; y como dicen, su fin es que el delito se pague al contado y que la justicia lo cobre pronto.
No existe mayor humillación para un ser humano que la negación de justicia y la condena a vivir en el subdesarrollo político. Por eso, la gran oportunidad de la nueva Corte es ser ejemplar en el respeto a la Constitución.
La nueva Corte Constitucional puede iniciar el camino a un desarrollo político ejemplar y modernizante que nos permita consolidar un Estado Democrático y de Leyes que se respetan; sin prisa, pero sin pausa, porque esa es una obra que se alcanza a través de la educación, el tiempo y una larga práctica de instituciones políticas garantes de la justicia, el Estado de Derecho y la libertad.
Encontremos en esta nueva oportunidad, en medio del mundo que nos dejará la pandemia, el desafío de elevarnos para ser una nación donde la virtud sea referente y la verdad un valor moral; una nación donde la inconformidad con el presente nos motive a cambiarlo y a trabajar cada día hasta construir la Guatemala libre y próspera que todos anhelamos.