Editorial del programa Razón de Estado número 186
Sobre El Poder se han escrito libros, tratados, tesis, monografías, investigaciones y leyes.
Para Aristóteles, el poder es un mando fáctico, es una fuerza que se impone aun contra la voluntad del otro; pero afirma que en la dominación es indispensable la existencia de un orden legal, de un ordenamiento que norme su uso y evite el abuso.
Para Foucault, brillante filósofo francés, el poder no es algo que posee la clase dominante. No es una propiedad sino una estrategia. Dice, el poder no se posee, se ejerce y necesita dispositivos para funcionar correctamente.
Max Weber dice que el poder es la probabilidad de imponer y que hay dominación cuando hay quienes están dispuestos a acatar órdenes ó mandatos, por la fuerza.
Por eso son tan importantes las leyes y otros poderes que limiten y controlen a los poderes dominantes; como la división de poderes, el principio de la república. Y por supuesto, el ciudadano, la razón de ser del Estado, debe ser el faro de luz y la fuerza que vigila y preserva el Estado democrático y republicano. El camino a la libertad.
Maquiavelo establece que la conducta práctica del político se ha de desarrollar al margen de consideraciones teóricas, éticas o morales. El poder y el prestigio se consiguen cueste lo que cueste. El fin importa más que los medios.
De ahí salen libros como las 48 leyes del poder, de Robert Greene; un libro cínico, frívolo y perverso, pero que nos ofrece una foto muy real de cómo se ejerce el poder; para desgracia del mundo, hoy más que nunca.
El deterioro de la política, el desencanto con la democracia, la indiferencia de las élites, la corrupción, la impunidad, son causa y consecuencia de ese maligno círculo vicioso que está llevando a muchos países del mundo, en especial en América Latina, al populismo nacionalista y autoritario. Al Estado criminal y a la pobreza. A pueblos eligiendo a sus verdugos.
Hay naciones que han vivido la mayor parte de su historia o están hoy sometidas y esclavizadas a manos de criminales que han sabido ejercer el poder. Los pueblos de China, Cuba, Corea del Norte, Nicaragua y Rusia, por ejemplo, dan cuenta de esto.
Si la palabra tiene poder, debemos afirmar, para que las estrellas escuchen, que el tirano del Kremlin va camino a la derrota absoluta en Ucrania. David vencerá a Goliath. El occidente libre está consolidando la alianza más grande vista desde la Segunda Guerra Mundial y la OTAN está de regreso, cada día más fuerte, para defender los valores de occidente y enfrentar los atropellos y los crímenes del déspota Putín.
Es cierto que el occidente libre y desarrollado se ha equivocado y ha tenido malas experiencias; pero ha aprendido las lecciones. La primera, que la democracia se debe defender con las armas; pero no se puede imponer por las armas.
Por eso, la cobarde invasión a Ucrania no quedará impune. Occidente la debe detener. Gloria a Ucrania.
El mundo está cansado de populistas, autócratas, déspotas y matones.
El poder debe existir; pero el poder de los poderosos que lo ostentan, lo pueden y lo deben ejercer solo cuando se los han dado los ciudadanos, la ley, el mercado, la competencia, la libertad.
Los dictadores, los criminales, los corruptos siempre caen. Como dice un querido maestro, un poderoso maligno sin poder, un político amortizado, es la cosa más miserable del mundo. La cárcel y el basurero de la historia son su destino.
El pueblo ucraniano, los ciudadanos del mundo libre, y con más razón, los pueblos que viven bajo la bota opresora deben hoy, más que nunca, dar el grito de guerra por la libertad para rescatar su presente y salvar su futuro.